Las Helénicas o Historia griega: Desde el año 411 hasta el 362 antes de Jesucristo

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Jenofonte ha sido siempre conocido y admirado por tres de sus obras: la Anábasis, o expedición de Ciro, la Ciropedia y las Memorias socráticas; pero la gloria que estas obras han proporcionado a su autor, han perjudicado a sus restantes escritos, pues los han oscurecido. Y no es porque no les correspondan, así por el estilo, como por la propiedad del lenguaje, ya por la fluidez y galanura de la narración o por la elevación de sus ideas; antes al contrario, con justicia puede decirse de este autor lo que no puede afirmarse de casi ningún escritor, es a saber: que en cualquiera página que se abra la colección de sus obras, siempre y en todas partes merece el dictado de abeja ática, que ya le dieron sus contemporáneos por su fluidez y gracia en el decir. Cierto que, así por la importancia del objeto como por el elevado fin que se proponen, son aquellas obras superiores a los pequeños tratados de Jenofonte, el Agesilao, la república ateniense y lacedemonia, laApología, el Económico, el Comandante de caballería, etc.; pero no puede decirse lo mismo respecto de susHelénicas, es decir, la historia de Grecia y en especial de la guerra del Peloponeso durante los años 411 a 362, antes de Jesucristo, que escribió nuestro autor como continuación a la de Tucídides. Y, sin embargo, pocos son los que piensen en Jenofonte al mencionarse aquella celebérrima guerra en que, con ardor digno de mejor causa y con lances variadísimos y verdaderamente épicos, se desangraron y desunieron todos los estados, grandes y pequeños, de Grecia, preparando su decadencia y su sujeción al coloso macedonio. Pero en España tiene este olvido mayores proporciones, pues no se ha publicado hasta hoy ninguna traducción de esta obra que hubiera dado a Jenofonte tantos lauros como cualquiera de las ya citadas y por todos tenidas como sus obras maestras. De ahí que con muy buen criterio el editor de esta Biblioteca clásica, le haya dado cabida en ella para que acompañe a las restantes obras de Jenofonte ya publicadas, laAnábasis y la Ciropedia, y para que pueda verse a nuestro autor bajo un prisma casi por todos aun ignorado. La principal causa de este olvido estriba en la comparación que se establece por todo crítico entre los ocho libros de la historia de la guerra del Peloponeso por Tucídides, y los siete libros de las Helénicas que hoy publicamos. Pero esto es únicamente una preocupación que no tiene razón de ser, pues no solo difieren ambos autores en el estilo, sino también en su idiosincrasia especial, si se me permite la frase, por lo cual ningún resultado positivo puede dar su comparación. Es verdad que cuantos busquen en Jenofonte aquella sobriedad en el estilo y aquella plenitud del período, así como aquel lujo de detalles que todos admiramos en Tucídides, tendrán que sufrir un desencanto y una decepción, pues no son las condiciones peculiares y características de nuestro autor; pero, en cambio, la magistral fluidez y la suavidad inimitable en el decir, y la galanura en las imágenes, y la elocuencia en los discursos, y la precisión en el lenguaje, y el orden y encadenamiento en los sucesos, estas condiciones, unidas a un sinnúmero de otras que podríamos citar, se hallan todas en las Helénicas de igual modo que se hallan en todas las obras de Jenofonte.

Jenofonte ha sido siempre conocido y admirado por tres de sus obras: la Anábasis, o expedición de Ciro, la Ciropedia y las Memorias socráticas; pero la gloria que estas obras han proporcionado a su autor, han perjudicado a sus restantes escritos, pues los han oscurecido. Y no es porque no les correspondan, así por el estilo, como por la propiedad del lenguaje, ya por la fluidez y galanura de la narración o por la elevación de sus ideas; antes al contrario, con justicia puede decirse de este autor lo que no puede afirmarse de casi ningún escritor, es a saber: que en cualquiera página que se abra la colección de sus obras, siempre y en todas partes merece el dictado de abeja ática, que ya le dieron sus contemporáneos por su fluidez y gracia en el decir. Cierto que, así por la importancia del objeto como por el elevado fin que se proponen, son aquellas obras superiores a los pequeños tratados de Jenofonte, el Agesilao, la república ateniense y lacedemonia, laApología, el Económico, el Comandante de caballería, etc.; pero no puede decirse lo mismo respecto de susHelénicas, es decir, la historia de Grecia y en especial de la guerra del Peloponeso durante los años 411 a 362, antes de Jesucristo, que escribió nuestro autor como continuación a la de Tucídides. Y, sin embargo, pocos son los que piensen en Jenofonte al mencionarse aquella celebérrima guerra en que, con ardor digno de mejor causa y con lances variadísimos y verdaderamente épicos, se desangraron y desunieron todos los estados, grandes y pequeños, de Grecia, preparando su decadencia y su sujeción al coloso macedonio. Pero en España tiene este olvido mayores proporciones, pues no se ha publicado hasta hoy ninguna traducción de esta obra que hubiera dado a Jenofonte tantos lauros como cualquiera de las ya citadas y por todos tenidas como sus obras maestras. De ahí que con muy buen criterio el editor de esta Biblioteca clásica, le haya dado cabida en ella para que acompañe a las restantes obras de Jenofonte ya publicadas, laAnábasis y la Ciropedia, y para que pueda verse a nuestro autor bajo un prisma casi por todos aun ignorado. La principal causa de este olvido estriba en la comparación que se establece por todo crítico entre los ocho libros de la historia de la guerra del Peloponeso por Tucídides, y los siete libros de las Helénicas que hoy publicamos. Pero esto es únicamente una preocupación que no tiene razón de ser, pues no solo difieren ambos autores en el estilo, sino también en su idiosincrasia especial, si se me permite la frase, por lo cual ningún resultado positivo puede dar su comparación. Es verdad que cuantos busquen en Jenofonte aquella sobriedad en el estilo y aquella plenitud del período, así como aquel lujo de detalles que todos admiramos en Tucídides, tendrán que sufrir un desencanto y una decepción, pues no son las condiciones peculiares y características de nuestro autor; pero, en cambio, la magistral fluidez y la suavidad inimitable en el decir, y la galanura en las imágenes, y la elocuencia en los discursos, y la precisión en el lenguaje, y el orden y encadenamiento en los sucesos, estas condiciones, unidas a un sinnúmero de otras que podríamos citar, se hallan todas en las Helénicas de igual modo que se hallan en todas las obras de Jenofonte.

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